Fernando Flores está postulando a la presidencia del PPD (Partido por la democracia). Abrió un nuevo blog para promover su candidatura, y los colaboradores de AtinaChile están escribiendo artículos para apoyarlo (1, 2, 3, 4, 5, 6).
Finalmente puedo ver el propósito de AtinaChile: una plataforma Web creada por Flores para sustentar sus ambiciones de llegar a la Moneda. Ya van seís artículos de AtinaChile para Flores, y sin duda vendrán más. ¿Cuál es la fórmula? Usando tus encantos de gurú, primero siembras algunos "atinadores", lavando cerebros incautos, y luego cosechas un apoyo incondicional y acrítico. Usar una plataforma de discusión de ideas en beneficio de ambiciones políticas, es de lo másindecoroso que he visto.
¿Qué es este PPD, que desea conquistar Flores? ¿Qué piensan los adherentes al PPD?
El PPD es un partido sin ninguna ideología ni pensamiento propio. Obviamente, tienen unas lindas declaraciones de principios que no significan nada. En la práctica, y como todos los partidos de la Concertación, el PPD actúa como una redistribuidora de poder. En un país donde lo que se necesita es redistribuir el ingreso, los partidos políticos chilenos operan como redistribuidoras de poder, desatendiendo el principal problema de Chile, que es la desigualdad social.
Uno de los objetivos de la campaña de Flores, es corregir las graves desigualdades en la repartija de poder que obtuvo el PPD. ¿Cómo puede ser que un partido con tan alta votación obtenga tan pocos parlamentarios y tan pocos cargos en el aparato público? El objetivo de Flores es claro: si él llega a la presidencia del partido, su misión más importante será aumentar el peso político del PPD. Más poder para el PPD, en otras palabras. Más cargos y más cuoteo político.
¿El objetivo último? Posicionarse como candidato para las próximas elecciones presidenciales.
En las elecciones presidenciales pasadas, Flores ni siquiera pudo llegar a las primarias de la Concertación, en las que se definía un candidato único. Ese fracaso le sirvió al hombre para darse cuenta que debía irse con calma. Antes de lanzarse en picada hacia la Moneda, había que conquistar primero un cargo menor, como la presidencia del PPD.
Flores ha trabajado arduamente para obtener seguidores en la Web. AtinaChile ama a Fernando Flores. Muchos lo tienen como un Gurú, al cual le rezan salmodias. No es infrecuente encontrarse con frases como esta: "Seguid a Flores. Es un maestro". (Esta joyita la escribió David de Ugarte.) Lamentablemente para Flores, en el mundo real nadie lo conoce. Todos sabemos cuál es la pantalla en la que los políticos deben exhibirse: las pantallas de TV. Los monitores de computador no sirven más que para ganar algunos votos marginales.
Es curiosa la abrumadora diferencia entre los dos blogs de Flores. En su blog "abriendo juego, abriendo la cancha", Fernando Flores se abstuvo tercamente de emitir opiniones, a las que consideraba un riesgo, por cuanto implicaba tomar una posición que defender. Ahora, Flores hace algo totalmente opuesto en su blog de campaña: emite opiniones como condenado, con la misma impudicia leve con que los políticos hacen juicios sin evidencia que las soporte. De eso se trata: su blog de campaña es un blog de promoción personal.
Hemos pasado, entonces, desde una "objetividad" nacida de la ausencia de opiniones, a una desaforada alocución de juicios erráticos, típica de los políticos. "Aquí está el futuro del PPD". Si desde el principio hubiese opinado un poco, ahora no lo veríamos cometer estos ofrecimientos baratos, tan abundantes en el speech de un candidato.
No somos cándidos, candidato. No estamos dispuestos a atinar con sus ambiciones.
martes, 11 de abril de 2006
sábado, 1 de abril de 2006
La miseria del creyente
Supongamos que alguien dice: "Creo en dios padre,
creador de la tierra". ¿Puede importarle a alguien la opinión infundada,
la apuesta riesgosa acerca de hechos que ese creyente está suponiendo?
Muy distinto sería si otra persona nos dijera: "Yo sé que existe, porque lo siento". "Pruébalo", le respondería. Si esa persona me explicara lo que sabe y la manera en que llegó a sentir o a aprehender ese conocimiento, dos cosas podrían suceder:
Muy distinto sería si otra persona nos dijera: "Yo sé que existe, porque lo siento". "Pruébalo", le respondería. Si esa persona me explicara lo que sabe y la manera en que llegó a sentir o a aprehender ese conocimiento, dos cosas podrían suceder:
- Yo
también adquiero el conocimiento, porque soy capaz de sentirlo, captarlo o
verlo.
- Soy
incapaz de adquirir el conocimiento y sigo igual que antes.
El punto importante es este: Creer es una operación mental
defectuosa, inválida e inútil. Lo único que cuenta es saber o no saber.
Cuando alguien cree, está apostando. Cuando alguien sabe o no sabe, está siendo
honesto.
¿Y qué pasa si alguien afirma saber algo, pero luego descubre, muy a su pesar, que ese conocimiento era falso?
En ese caso, estábamos ante un creyente que se decepcionó a causa de la torpeza de haber creído.
Cuando creemos, estamos lanzando una bolita en la ruleta. La ilusión de nuestra certeza se prolonga hasta que la bolita se detiene en una casilla inesperada. Entonces comprendemos que nos equivocamos al formular esa creencia. Más aún: nos equivocamos en el hecho mismo de creer.
La miseria del creyente consiste en esa ruleta giratoria y en esa bolita saltarina, cuyo movimiento azaroso invalida cualquier garantía de conocimiento.
Creer es un acto de incredulidad enorme.
¿Por qué apostar, si hay tanto conocimiento directo en el mundo, en la tierra y los árboles, en el olfato y en el tacto?
Un niño que gatea y que explora su entorno y se echa cosas a la boca, está conociendo el mundo. Jamás está formulando creencias sin base alguna. Ellos gatean y lo babosean todo, pues esa es su forma de conocer de manera directa sin posibilidad de equivocarse.
Posteriormente, cuando crecemos, nos volvemos incrédulos del mundo y entonces nos hacemos adictos a las creencias y al casino de la fe. Apostadores profesionales buscando sustento en posibilidades, puesto que el mundo no nos sirve como un hecho.
Por eso recomiendo dejar de creer, y en vez de eso, saber o no saber. Y para saber, nada mejor que volver a ser como un niño.
¿Y qué pasa si alguien afirma saber algo, pero luego descubre, muy a su pesar, que ese conocimiento era falso?
En ese caso, estábamos ante un creyente que se decepcionó a causa de la torpeza de haber creído.
Cuando creemos, estamos lanzando una bolita en la ruleta. La ilusión de nuestra certeza se prolonga hasta que la bolita se detiene en una casilla inesperada. Entonces comprendemos que nos equivocamos al formular esa creencia. Más aún: nos equivocamos en el hecho mismo de creer.
La miseria del creyente consiste en esa ruleta giratoria y en esa bolita saltarina, cuyo movimiento azaroso invalida cualquier garantía de conocimiento.
Creer es un acto de incredulidad enorme.
¿Por qué apostar, si hay tanto conocimiento directo en el mundo, en la tierra y los árboles, en el olfato y en el tacto?
Un niño que gatea y que explora su entorno y se echa cosas a la boca, está conociendo el mundo. Jamás está formulando creencias sin base alguna. Ellos gatean y lo babosean todo, pues esa es su forma de conocer de manera directa sin posibilidad de equivocarse.
Posteriormente, cuando crecemos, nos volvemos incrédulos del mundo y entonces nos hacemos adictos a las creencias y al casino de la fe. Apostadores profesionales buscando sustento en posibilidades, puesto que el mundo no nos sirve como un hecho.
Por eso recomiendo dejar de creer, y en vez de eso, saber o no saber. Y para saber, nada mejor que volver a ser como un niño.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)